El edadismo se manifiesta de forma transversal en numerosos ámbitos de la vida cotidiana. Por ejemplo, en el empleo, se traduce en dificultades para acceder a puestos de trabajo, en la jubilación anticipada forzosa, en la falta de oportunidades de formación continua y en el menor apoyo al emprendimiento senior.

En el sistema sanitario, puede implicar diagnósticos tardíos, tratamientos menos agresivos o una atención paternalista. En el ámbito financiero, se observa en la dificultad para acceder a créditos o seguros. Y en el entorno digital, en la exclusión por falta de competencias o accesibilidad.

Según la ONG HelpAge España, las personas mayores enfrentan barreras sociales, culturales, económicas y administrativas que limitan el ejercicio de sus derechos. Estas barreras no solo afectan su autonomía, sino que perpetúan una imagen de la vejez como etapa de declive, dependencia y pasividad.

El lenguaje cotidiano también contribuye a esta construcción negativa. Expresiones como “ya no está para eso” o denominar a los mayores como “los abuelos” de forma homogénea, refuerzan estereotipos que invisibilizan la diversidad y riqueza de las trayectorias vitales en la vejez.

EL COSTE DEL EDADISMO EN UNA SOCIEDAD LONGEVA

España es uno de los países más envejecidos de Europa y del mundo. Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2050 habrá más de 14 millones de personas mayores de 65 años, lo que representará cerca del 30% de la población total. Este cambio demográfico plantea desafíos importantes, pero también oportunidades si se gestiona con inteligencia y justicia.

Ignorar el talento, la experiencia y la capacidad de contribución de las personas mayores no solo es injusto: es ineficiente. El edadismo limita el aprovechamiento de recursos humanos valiosos, reduce la cohesión social y perpetúa modelos económicos y culturales obsoletos.

Además, el edadismo tiene un impacto directo en la salud física y mental de quienes lo sufren. Varios estudios han demostrado que la discriminación por edad está asociada con mayores niveles de depresión, ansiedad, aislamiento social y menor esperanza de vida. Por el contrario, la inclusión social, la participación del mayor en la vida social y económica, mitiga estas enfermedades y favorece una mejor longevidad.

CONCLUSIÓN

El edadismo es un fenómeno complejo, silencioso y profundamente arraigado en nuestras sociedades. Reconocerlo es el primer paso para erradicarlo. En una España que envejece, necesitamos construir una nueva narrativa sobre la vejez: una que reconozca la diversidad, la dignidad y el valor de las personas mayores.

Con este artículo inauguramos una serie que abordará el edadismo desde cinco ángulos clave: finanzas, lenguaje, tecnología, empleo, emprendimiento y medios de comunicación.

Cada entrega ofrecerá una mirada crítica y constructiva sobre cómo se manifiesta el edadismo en estos ámbitos, qué consecuencias tiene y qué estrategias pueden adoptarse para combatirlo. El objetivo es contribuir a la construcción de una cultura más inclusiva y respetuosa con todas las edades, especialmente en el contexto profesional y jurídico, donde los prejuicios generacionales pueden tener consecuencias estructurales.

Foto y Fuente: confilegal.com

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