COMUNICADO DE LA PLATAFORMA CÍVICA CONTRA LA DISCRIMINACIÓN POR EDAD:

Estimados profesionales de los medios de comunicación:

La crisis sanitaria por la que ha pasado recientemente nuestra sociedad ha causado una tragedia nacional que ha afectado de modo desproporcionado a las personas de mayor edad, como bien sabéis vosotros que nos habéis tenido puntualmente informados de los acontecimientos.

Esta crisis también ha puesto de manifiesto la extremada vulnerabilidad de las personas pertenecientes a ese grupo de edad, en algunos casos tratadas con humillante condescendencia, y en otros con abierta fobia, como si a ellos se debiera la crisis  sanitaria y la crisis económica que se preveía.

El lenguaje, con sus cargas semánticas acumuladas, es el medio por el que se transmiten esas actitudes sociales; es el modo en que se clasifica, es decir, se discrimina a individuos y grupos sociales, discriminación en algunos casos de efectos perniciosos.

A vosotros que sois los profesionales de la palabra, y cuyo lenguaje alcanza a millones de personas diariamente, desde la Plataforma contra la Discriminación por Edad os pedimos encarecidamente que toméis conciencia del poder que tienen vuestras palabras y lo utilicéis con la máxima sensibilidad precisamente hacia ese grupo de edad.

Concretamente os pedimos que no utilicéis el término “anciano.” Es un término cargado de connotaciones negativas en nuestra cultura, lo mismo que el término “viejo.” Sería inimaginable hoy día un titular como “Un viejo de 80 años ha agredido a su esposa.” El término “viejo” lo reservamos para muebles y animales, y en el caso de las personas solo lo usamos en contextos prácticamente etnográficos que evocan el modo en que era usado antiguamente (“Los viejos del pueblo…”).

Es verdad que hablamos de “los jóvenes”. ¿Por qué no hablar, por tanto, también de los “ancianos”? Por la misma razón que no hablamos de viejos. Porque el término “joven” siempre ha tenido connotaciones positivas, pero no en el caso de “anciano” o “viejo”, términos en los que nuestra cultura juvenilista carga todo tipo de connotaciones negativas aún en la actualidad.

Del mismo modo que hablamos de personas con minusvalías pero hemos desterrado ya hace mucho palabras como “inútiles,” “inválidos” o “subnormales”, términos todos ellos que eran usados hace décadas de modo habitual, os pedimos que desterréis el término “anciano” de vuestro vocabulario en los medios, así como otros de marcado carácter condescendiente como “abuelos” (salvo cuando sea para describir una relación familiar).

Igualmente, la expresión «tercera edad» tiene como único objetivo poner de relieve la edad de un  grupo de personas. No hablamos de «primera edad» o «segunda edad», sino solamente de «tercera edad».  Con dicha expresión, establecemos una categoría en que automáticamente descartamos a un colectivo social de toda una serie de capacidades profesionales y habilidades sociales. A los miembros de ese colectivo les asignamos un estatus de inferioridad, presuntamente incapacitados y objeto de humillante condescendencia.

En nuestra cultura, todo aquello que es de tercera tiene asignadas connotaciones de inferioridad; para ser exactos, peor aún que «de segunda» clase. Es el caso, por ejemplo, cuando hablamos de un equipo de tercera o viajar en tercera (antiguamente). En definitiva, cuando decimos que algo o alguien es de tercera queremos decir que está en el nivel más bajo de una escala. Querámoslo o no, esa connotación subyace a la expresión «tercera edad». Eliminémosla, por tanto, del lenguaje periodístico.

Hablemos de “personas de edad,» “personas mayores,” o, como mucho, de “personas de edad avanzada.” O simplemente omitamos la referencia a la edad, que generalmente se da con el único objeto de llamar la atención sobre la avanzada edad de alguien. Cuando hay violencia de pareja, por ejemplo (y también en noticias de otros tipos), si los protagonistas del incidente son personas de edad, se hace generalmente un enorme hincapié en citar su edad y tildarles de “ancianos.” Sin embargo, cuando el incidente es protagonizado por personas menores de cincuenta años normalmente la edad ni se menciona. En aquellos casos en que haya una necesidad real de mencionar la edad, por qué no simplemente decir “un hombre/mujer de 86 años,” sin añadir calificativos.

Ya es hora de que nuestra sociedad entienda que las personas de edad tienen derecho a la plena igualdad sin humillantes condescendencias ni ñoñerías. El mero hecho de su edad no les convierte en niños ni en incapacitados.

Os rogamos distribuyáis este comunicado entre vuestros redactores y colaboradores .

Contamos con vuestra atención a este asunto, y os damos las gracias por adelantado.

Firmado:
Estefanía Agraz.
Secretaria General de la Plataforma Cívica contra la Discriminación por Edad.

www.edad-nodiscriminación.org

La Plataforma contra la Discriminación por Edad es una coalición de organizaciones formada por:
Movimiento contra la Intolerancia (MCI).
Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM).
Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME).
Asociación de Tropa y Marinería Española (ATME).
Asociación de Militares de Tropa y Marinería (AMTM).
Col.lectiu dÁturats del Baix Penedes.
Federación CODEMA-45
Colegas-Federación LGTB Española.
Fundación Acción Pro-Derechos Humanos.
Foro Social de Ética y Política Pública.

Para más información:
Coordinacion@edad-nodiscriminacion.org
Tel. 637 950 522


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