Lucía de Pablo, de 85 años, es víctima de la recomendación que restringe la atención a las personas de más de 80 años para optimizar los recursos en la lucha contra el coronavirus

Lucía de Pablo, de 85 años, en su paso por el hospital. EL MUNDO

«Mi madre entró hace tres meses y medio para que le pusieran una prótesis de rodilla. Entró lúcida y sana, sólo quería caminar sin dolor. Hoy, está ingresada con coronavirus, que cogió en el hospital y el médico ya nos ha dicho que no habrá cama de UCI ni respirador para ella. Manda narices». La historia de Lucía de Pablo, de 85 años, suma tantos desatinos como mala suerte desde que entró en el hospital en diciembre y le pone rostro a la recomendación de la Generalitat a sus sanitarios para que se denieguen curas intensivas a mayores.

Nada hacía pensar a sus tres hijos que algo así le podía pasar cuando ingresó el 18 de diciembre en el Hospital Broggi para quitarse esos dolores que arrastraba al caminar. Que de una intervención rutinaria para aliviar los achaques de la edad iba a ver su vida correr peligro. Tras la operación, el día de Nochebuena fue trasladada al Centro Socio Sanitario de la Creu Roja de L’Hospitalet para la recuperación, que duró varias semanas, pero no fue suficiente. De hecho, en el alta «precipitada» que le dieron aquel 6 de febrero, según sus hijos, fue cuando comenzó esta espiral que la ha mantenido hospitalizada, ya que en ese periodo tuvo ya broncoespamos y neumonía.

«No estaba preparada, no era autónoma. Así pasó. Dos días en casa y su estado decayó», cuenta su hijo Xavier, que al verla tan débil, con diarrea y un fuerte dolor en la rodilla, la trasladó a Urgencias de la Creu Roja -lo más cercano a su domicilio-, donde no le dieron importancia. De vuelta a casa su estado empeoró. Le subió la fiebre y de ahí su familia decidió trasladarla al Hospital Bellvitge y luego al Broggi, «donde nos confirmaron que tenía una infección en la rodilla y en la sangre». La preocupación se multiplicó en sus hijos, que no sólo veían que su madre no había podido volver a andar bien, sino que su estado de salud había empeorado. Aun así, aquello era sólo el inicio de una pesadilla.

Días después, la volvieron a operar para limpiar la infección, pero «cometieron un error». Uno más. «Le hicieron un corte innecesario en la pierna que necesitó 11 grapas; la médico nos dijo que era un pequeño incidente quirúrgico, que le había tocado ser ese 1% de casos que no sale bien la operación», dice Xavier aún indignado. La dejaron aislada en una habitación, sin poder eliminar la infección durante semanas, hasta que fue operada a final de marzo una tercera vez para cambiar la prótesis infectada y poner un espaciador antes de ponerle otra prótesis dos meses después.

«COMO TIENE MÁS DE 80 AÑOS A NADIE LE IMPORTA»

En esa operación sus hijos ya no la pudieron acompañar ni antes ni después por las medidas que tomó el hospital por la pandemia del coronavirus, lo que aumentó el desasosiego entre sus hijos. «Desde el día 24 perdimos toda comunicación, nos daban informes telefónicos no diarios y antes del 2 de abril nos dijeron que le daban el alta, algo que nos pareció precipitado otra vez. Exigimos que le hicieran la prueba del Covid-19, que parece que era protocolo establecido para los geriátricos, pero no para los hospitales, pero no se la hicieron. No les importó que salir a la calle fuera un riesgo, la consideraban una carga para la sanidad», denuncia Xavi, que recuerda que enviaron escritos de protesta a los responsables del hospital y a la Consellería de Sanidad.

Finalmente, el día 2 de abril, justo a las ocho de la tarde, cuando los vecinos ovacionaban a los sanitarios, «nos la trajeron a casa como si fuera un paquete, con una sábana del hospital cubriéndola porque no habían dejado que le lleváramos ropa. Estaba decaída, y dos horas después le tomamos la temperatura y tenía fiebre», señala Xavi. Un nuevo golpetazo.

Al volver al hospital le aplicaron el protocolo para Covid-19 porque al hacerle placas vieron que tenía neumonía. La situación se volvió aún más hostil para ella, porque en vez de estar en una habitación como estaba hasta que le dieron el alta, estaba en un box con muchos otros pacientes alrededor. «El día 4 nos dijeron que había dado positivo en el test y la trasladaron a una habitación de la Creu Roja… el internista ya nos ha dicho por teléfono que si lo necesita no contará ni con respirador ni con UCI. Le hemos explicado que ella entró hace tres meses y estaba bien pero les da igual», lamenta Xavier, que ahora, además, por esas dos horas que pasó con su madre tanto él como su hermana -su otro hermano está en Argentina– deben estar aislados y no pueden hacer gestiones para tratar de revertir la situación.

«Es tremendo todo», lamenta Xavier, que afirma que desde los hospitales no se les ha facilitado la información solicitada por escrito sobre la historia clínica de su madre, ni los informes de las operaciones. «No importa que su problema sea la rodilla. Lo que importa es que sea vieja y tenga el virus. Lucía entró por una prótesis de rodilla. Debía estar en casa desde finales de enero, recuperada y caminando, y sigue ingresada, con coronavirus, otra infección en la sangre y una neumonía. Ella sufrió la guerra, la posguerra, la hambruna y tuvo que dejar un pueblo castellano para ir casi siendo una niña para trabajar en Barcelona. Contribuyó al desarrollo del país, como ahora hacemos sus hijos, pero como tiene 80 años a nadie le importa».

Fuente: Elmundo.es

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