– Empresa de aguas busca técnicos para analítica de cal y dureza y partículas contaminantes . 20-40 años.

– Empresa emprendedora precisa de dos chicas de televenta. De 20 a 45 años. Seleccionamos 40 comerciales para el sector energético.

– Empresa multinacional. Requisitos: entre 18 y 30 años.

– ¿Te gustaría trabajar para una ONG? Buscamos: persona activa con ganas de trabajar que no supere los 26 años».

Son cuatro de las 196 ofertas de empleo que publicó el portal de internet Loquo el pasado viernes. De estas, 60 tenían límites de edad que vetaban la propuesta a los mayores de 45 años.

«Sigo sin trabajo y no creo que lo vaya a tener», lamenta Sonia, de 52 años

Es la barrera que bloquea las aspiraciones de cientos de miles de parados. Superada esta edad, la tasa de paro es inferior a la de los jóvenes, pero quien cae en el pozo del desempleo tarda mucho más en reengancharse al mercado laboral: el 39,77% de los parados de entre 55 y 59 años, y el 36,57% de entre 60 y 64 años son de larga duración (llevan más de dos años sin empleo), según la Encuesta de Población Activa del IV trimestre de 2010. Los jóvenes encuentran trabajo en menos tiempo. La media de parados de larga duración del total de la población es del 20%.

«Cuando vas a una empresa, no te lo suelen decir, pero se nota en la preselección que no quieren a mayores de 45 años», asegura José Luis Moreno, de 48, casado, con tres hijos y en paro desde hace 18 meses. Le quedan seis meses de prestación. La mayor de sus hijos, de 26 años, busca trabajo. Los dos pequeños, de 22 y 17, todavía estudian.

Durante 25 años, José Luis trabajó en una empresa farmacéutica en Madrid. En 2009, la compañía se trasladó a Barcelona, le pagaron 45 días por año trabajado y le abocaron a un pozo de difícil salida. «Era delegado de personal, un cargo muy relevante dentro de la empresa, pero cuando sales de ahí te sientes desubicado», reflexiona. «Al principio no te preocupa tanto, pero ahora… sólo quieres que llegue el final de la crisis. Y te asustas. Tenemos experiencia y un valor añadido, pero buscan gente joven a la que puedan malear y que no esté muy resabiada».

El número de parados de más de 55 años subió un 15% en 2010

«Poner un límite de edad en las ofertas de trabajo es discriminatorio e impide el acceso al trabajo a gente que cumple con los requisitos», denuncia el técnico del sindicato UGT Pedro Gallego, que alude a un «problema cultural». A su juicio, la nueva Ley de Igualdad de Trato «prohibirá hábitos que están metidos en la cabeza de todos y que costará tiempo corregir, como ocurre también con las mujeres, que cobran de media un 30% menos por desempeñar los mismos trabajos».

La norma a la que hace referencia Gallego es el anteproyecto de la Ley de Igualdad de Trato y no Discriminación que presentó el Gobierno el pasado 7 de enero. El texto reconoce la edad como motivo de discriminación e incorpora un nuevo régimen sancionador de entre 150 y 500.000 euros. Además de la exclusión «por lugar de nacimiento, origen racial o étnico, sexo, religión, condición, opinión ahora también hablamos de edad, discapacidad, identidad sexual y enfermedad», destacó en su presentación la ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, Leire Pajín.

Para quienes dudan de la efectividad de la ley, hay ejemplos. Uno reciente lo encontramos a mediados de enero en Reino Unido. Una sentencia judicial dio la razón a una periodista de la BBC que denunció a altos cargos de la cadena. El juez reconoció en su veredicto que insinuaciones como la de que echase mano del botox para disimular sus arrugas eran motivo de discriminación.

En España, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad recuerda una empresa que, en 2000, publicó una oferta en la que establecía como requisito tener entre 35 y 45 años. La compañía fue demandada. En el juicio, alegó que imponía este límite para garantizar la suficiente «madurez personal, estabilidad emocional y trayectoria profesional» de los candidatos. El Tribunal Superior de Justicia le impuso una multa de 500.001 pesetas (3.000 euros).

En una situación parecida a la de José Luis se encuentra Sonia G., de 52 años y despedida al llegar de vacaciones en agosto del año pasado. Trabajaba como secretaria de un concejal y tiene un hijo que estudia primero de Filosofía. «A lo largo de mi carrera, me han discriminado por tener hijos y por ser mujer, pero esta vez fue por la edad», explica. Extraoficialmente le dijeron que era una cuestión de presupuestos, pero al poco tiempo, una chica más joven se encargó de sus tareas.

«Ahora sigo sin trabajo y no creo que lo vaya a tener. El futuro laboral a partir de los 45 años es muy complicado. Me parece muy bien que potencien la contratación de jóvenes, mujeres y personas que han tenido hijos, pero para nosotros apenas hay incentivos», lamenta. A falta de cuatro años cotizados para completar los requisitos para la jubilación, «u oposito o me doy de alta en autónomos o espero a que toque la flauta en una bolsa de empleo», suspira. Para Sonia, la situación que viven los mayores de 45 años es una «condena» a una jubilación prematura, «pero sin pensión».

A las dificultades para encontrar trabajo se añade el aumento de los despidos de mayores de 55 años. En 2010, el número de parados de más de 55 años aumentó un 15,09%, al tiempo que el de menores de 20 años se redujo un 0,34%.

«A los primeros a los que se echa es a los mayores porque tienen niveles salariales más altos», opina Gallego. Además, «se suele prescindir de ellos porque los jóvenes tienen menos cargas familiares, más flexibilidad y menos memoria, aprenden más rápido sobre nuevas tecnologías y están menos contaminados sindicalmente», añade el profesor del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València Antonio Santos.

Además, una atmósfera de derrota derivada de las prejubilaciones acompaña al colectivo. «En ocasiones, las reciben con un aplauso, pero muchos no tienen otra opción que aceptarlas: no saben hacer más que lo que han hecho toda la vida en esa empresa», apunta Santos.

El profesor critica también las estrategias de algunas empresas, cuyos bufetes «fragmentan y enfrentan, por ejemplo, a los que tienen 50 años con los de 51 que puedan llegar a entrar en la prejubilación». De este modo, «los trabajadores no presentan reivindicaciones de forma unitaria».

Sobre las estrategias empresariales, el sindicalista de UGT añade otra reflexión: «Los expedientes de regulación de empleo afectan especialmente a los mayores de 55 años: a la empresa le cuesta menos despedirles porque sólo tiene que pagarles durante unos años y se pueden acoger al subsidio para mayores de 52 años».

Gallego pone el foco de la solución en «cualificar al que cae en el desempleo». «No podemos permitir que tenga las puertas cerradas. Si no se apuesta por la formación, con el tiempo, su degradación profesional se multiplica y sus posibilidades de reengancharse disminuyen. Se va deteriorando hasta su vida personal».

Fuente: www.publico.es

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