Hay un paralelismo claro entre el racismo y la discriminación por edad. Tanto en un caso como en otro se discrimina y se niega la igualdad de la persona por una característica física. En un caso es el color de piel, y en otro el envejecimiento.
De hecho, la única diferencia entre el racismo tradicional y la discriminación por edad es que en el racismo tradicional el objeto de rechazo es un grupo social que tiene una característica permanente (el color de piel), mientras que en la discriminación por edad se trata de una característica fluida que con el tiempo termina abarcando a todo el mundo.
En ambos casos se produce una difamación de esos grupos sociales. Se cuentan chistes despectivos de ellos, se les considera incompetentes, y hasta se evita su compañía. Cuanto más avanzada es la edad más se acentúa el rechazo. Además se dictan leyes que deniegan abiertamente su igualdad y que violan sus derechos fundamentales.
Los regímenes racistas, como el régimen nazi y el fascista, se han caracterizado por un culto desbordado a la juventud. El himno de la Italia fascista era “Giovinezza” (“Juventud”). La glorificación de la juventud que se vive en nuestra sociedad, y que viene impulsada con todo tipo de medidas discriminatorias hacia las personas de edad, tiene un común denominador con esas ideologías racistas.
La discriminación por edad es una forma de racismo. Es el racismo de edad.
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